"Manchay ñuñu" ("leche de miedo") y La teta asustada. Por Renzo Aroni -TEM Yuyachkanchik-
“Manchay ñuñu” (“leche de miedo”) y La teta asustada
“Buen tiempo le he amamantado, [por eso] a él no más trasmitía toda mi tristeza, mis aburrimientos. Él también estaba muy enfermo, este mi hijo ha quedado como desnutrido… él ha nacido el año 92, nació en abril, en julio murió su papá, ahora está yendo a sus dieciséis años… está así como desnutrido, sus ojos también revolotea, ni muerte ha podido hallar, enfermo. Yo he llorado mucho, entonces, a través de mi leche trasmitía todos mis aburrimientos, mi leche del miedo, por eso están desnutrido ese mi hijo, cuando le he quitado mi leche, recién ha parecido como gente, los otras mis hijas, no captan nada en sus estudios, están como traumadas.”“Unayta ñuñuptiy payllaman pasaq kay llapa llakiy, aburrikuptiy, paypas unquq puramintita, desnutriduqina waway quedaron… noventaydos wata naciqme pay, papam dejaron kimsa killacha kachkamptin, abriltam naciq… juliuta wañukun pampan… kunan dieciseisinmanñam richkan… wakna kachkan disnutridu hina, ñawinpas tikratiyarin, wañuqpaqchu, unquq. Ñuqa puraminti waqani, hinaptin ñuñuypy riki pasaq llapa aburrikuykuna, llakiñunuykuna, chaymi disnutridukuna wak waway kachkan, ñuñuyta kitaruptiyñam runayacharun, wakin wayway warmikunataq mana qalay kaptanchu estudympipas, traumaduqina kachkanku.” (Entrevista de Renzo Aroni Sulca con Victoria Taquiri Del Pino, 48 años, campesina, viuda de Juan Bautista Alarcón, asesinado por miembros del PCP-SL en la masacre 01 de julio de 1992. Huamanquiquia, Ayacucho, 24 de febrero de 2008).
A las 7:30 de la mañana del 05 de marzo de 2009, mientras leía en un diario la opinión de diversas personalidades sobre la negación del gobierno peruano a la donación del gobierno alemán, para la construcción y mantenimiento por diez años de un Museo de la Memoria, una voz a través del megáfono, anunciaban la proyección de la película La teta asustada, en “Avant Adam Premier”, a las 6:00 pm., en la Plaza de Armas del Asentamiento Humano de “Quebrada de Manchay”. Filmada precisamente en algunos sectores de esta localidad, ubicado en el distrito limeño de Pachacamac.
Se calcula que en la localidad de Manchay viven 180 mil pobladores, la mayoría desplazados/as por la violencia política de la zona del centro-sur de Ayacucho –entre ellos mi madre– y que comenzó a ser habitada a comienzos de la década del ochenta, cuando aún era propiedad de empresas mineras y de granjeros.
Manchay, que en el quechua ayacuchano quiere decir “miedo/terror/susto” –aunque no sería este el origen del nombre que lleva, puesto que en la época colonial hubo una hacienda con ese nombre situado en el valle del río Luren que hoy se conoce como Manchay Bajo, los pobladores lo relacionan con el “manchay tiempo” (tiempo del miedo) o el “sasachakuy tiempo” (tiempo de la violencia) y que tiene que ver con sus experiencias vividas durante la guerra– fue el lugar donde se proyectó por primera vez en el Perú, la película La teta asustada, como sabemos Ganadora del Festival de Berlin (Alemania).
La proyección tuvo convocatoria y desde las cinco de la tarde, personas de la zona de distinta edad, iban llegando y se mantenía la expectativa al son de la música tropical de “Los Destellos”, hasta que pasado las 7:00 pm aparecieron en el escenario la cineasta Claudia Llosa y los actores. También apareció Magaly Solier saludando a los asistentes y señalando con sencillez a la pantalla gigante: “allí está mi cara”, luego en quechua llamando la atención a la no piratería y más bien a “valorar el esfuerzo de este trabajo”, e invitando a ver el estreno de la película.
Mientras comienza a garuar, se abre la historia de una joven, Fausta Isidora Janampa (Magaly Solier), que apenas alcanza escuchar –antes de su muerte– el canto testimonial de su madre violada sexualmente y los miedos y traumas que hereda Fausta y a las que afronta en una sociedad marginal limeña mezclada con la tradición andina. En el transcurso de la película el público se ríe cuando escuchan “pene”, “virgen”, “papa en la vagina”, como si se tratara de una película más de la “cultura chicha”. Luego escucho que dicen “la actriz esta media muerta”, “esta muda”, “le falta papa”. Y ni bien terminó la película (9:00 pm), los asistentes se retiraron, tan pronto como pudieron, sin más comentarios. Mientras me retiro del espacio, voy pensando ¿Qué sentido tendrá para estas personas la película? ¿Cómo interpretan el mensaje de la película? ¿Habrá alguien de los asistentes que escuchó o conoció una historia similar a la de Fausta?
Quisiera anotar algunas ideas, artesanalmente, no en el sentido de la crítica ficcional ni en el sentido común, sino en el sentido de la historicidad de la violencia y sus secuelas, que es la que personalmente me interesa de la película. No es mi caso –como historiador– juzgar, si la película es “racista” y “exótica”, que tiene “interés comercial”, que la directora es de la “elite criolla”, “folklorista”, esa no es mi preocupación. De hecho la ficción y verdad pueden ser motivos de discusión de nunca acabar, porque siempre la representación del pasado es problemática, frente a la objetividad de los hechos. Al menos, tratemos de interpretar estas representaciones como diversas formas de ver o entender el pasado desde el presente.
Desde mi opinión particular, esta representación ficcional nos abre, en su sentido amplio, temáticas diversas para discutir los “sentidos y significados” (Jelin 2002) de las memorias de la guerra en el escenario público nacional y local; es muy diferente de las otras representaciones fílmicas como “Vidas paralelas”, una película de la memoria oficial que justifica las violaciones a los derechos humanos perpetrados por las fuerzas armadas –donde participa como personaje un congresista aprista– que ni discusión alguna mereció, menos un reconocimiento internacional.
¿Por qué la “teta asustada” y qué significado tiene para nosotros esta frase acuñada por la antropóloga médica Kimberly Theidon? ¿En qué medida esta película nos lleva a repensar el pasado de la violencia política en el Perú? ¿Qué sentido tiene para nosotros los peruanos las narrativas de las mujeres víctimas de la violación de sus derechos humanos producidas durante la guerra? Vayamos más al fondo. Quizá sean estas interrogantes motivos para comenzar a reflexionar sobre el rostro de las mujeres andinas en la historia reciente de nuestro país, que –por cierto– resalta la historia de las luchas por los derechos humanos en una sociedad con grandes brechas sociales y memorias fragmentadas.
El fenómeno de la “teta asusta” es una creencia andina del traspaso del sufrimiento/tristeza/miedo/rabia, de la madre a sus hijos o hijas a través de la leche materna y que “puede dañar al bebé”, incluso, “dejando al niño o niña más propensos a la epilepsia” (Theidon 2004: 77). Esta narrativa cinematográfica basada en una investigación antropológica de varios años en las comunidades ayacuchanas es la que debe llevarnos a discutir y mirar con otros ojos la película. El drama subjetivo que vive la madre de Fausta y la propia Fausta es el drama que hoy viven muchas mujeres en las comunidades arrasadas por la violencia.
Esta narrativa ficcional, como la narrativa de Victoria (de la localidad ayacuchana de Huamanquiquia), a quien citamos al inicio, son los recuerdos “enmarañados” que no están resueltos, recuerdos inconclusos, sueltos, soterrados, que motivan a pensar, desde el lado más sensible del ser humano.
La historia de Fausta representa el drama de una “memoria tóxica” o “experiencia fallida” (Del Pino 2003:57), es decir el recuerdo “sedimentado” o “encapsulado”, que no le permite al sujeto liberarse de su padecimiento, una imagen cautiva en la mente humana por los defectos de la experiencia del pasado, pero que al fin y al cabo busca un camino en un mundo complejo y ahogante, abriendo grietas, desechando lo tóxico, todo lo que atormenta.
El sentido del recuerdo Fausta nos ayuda a pensar de cómo el ser humano afronta sus subjetividades –el miedo y el silencio– no poniéndose una papa en la vagina (eso está claro, que es una ficción), pero la metáfora es que la protección que se introduce Fausta en la vagina para que no la violen (como a su madre), tiene que ver con un secreto descubierto, que se debate en la máquina de la memoria, entre el miedo y la libertad, para finalmente salir de ese mundo interno que sufre Fausta.
De hecho este fenómeno propiamente andino se masificó durante el periodo de la guerra y se mantiene como secuela en los “hijos de la guerra” o los llamados “wakchas” (huérfanos). Cuando la gente comenta “la actriz esta media muerta”, es decir que es tímida, desorientada, muda, es porque precisamente Fausta, representa también a los wakchas, porque ellos o ellas también llevan las huellas de esas vivencias, que se expresan física y psicológicamente: ya sea en la desnutrición, desconfianza, temor, soledad, y en casos extremos, sentimientos de odio, resentimiento, desesperanza y tal vez el suicidio.
La historia de Fausta es la “memoria subterránea” de muchas mujeres y huérfanos/as. Aquí no hay ausencia de memoria, lo que hay es una memoria de lucha interna en el individuo y que llega a circular en el ámbito familiar o “redes sociales afectivas” (Pollak 1989), pero que no escapa al espacio público. Porque hay miedo, no vergüenza. Porque hay abusos que permanecen; porque sencillamente no hay justicia.
Antes de juzgar o influir en la opinión nacional, veamos la película, y saquemos nuestras propias conclusiones, repensando nuestro pasado, asumiendo las magnitudes y particularidades de la violencia. Es probable que el peso del pasado esté latente en la conciencia de los perpetradores y también en la conciencia de muchos de nosotros que poco o nada nos llama la atención sobre la historia de los “otros”; entonces, como podemos calificar de “racista” o “exótico”, si ni siquiera conocemos bien el mundo andino y sus intersticios ¿Qué cosa es al final el mundo andino? ¿Porqué una apropiación del mundo andino en el sentido de lo que se debe de decir y lo que no se debe decir? cuando el mundo andino tiene sentidos diversos para la colectividad.
Si no conocemos nuestro pasado de violencia en sus particularidades, desde los confines del Perú, desde sus comunidades; entonces, cómo entender la guerra en el mundo andino. Vayamos a ver la película, pero captemos el mensaje y recordemos, no como “memorias sueltas” sino como memorias que nos conllevan a algo más que a dividirnos y hundirnos en el olvido; no verla como si fuera una película más que acostumbramos ver y luego de pronto pasa al olvido. En todo caso, hagamos que no sea una película comercial, que no quede en el vacío, démosle un significado al mensaje.
Renzo S. Aroni Sulca
Taller de Estudios sobre Memoria
Yuyachkanchik: Estamos Recordando